Adolfo Miravet Segarra es la cuarta generación de empresarios de la industria corchera en el Alto Palancia. Heredó de su bisabuelo, León Miravet, el oficio y la pasión por el monte, algo que le llevó a formarse como ingeniero de Montes antes de embarcarse en la gestión de esta empresa familiar, Espadan Corks, cuyos orígenes hay que buscarlos en 1982 cuando León, su padre, llega a Soneja para trabajar en el sector en el que acabarían entrando como empresa en 1990. Ellos son herederos de la tradición corchera que se remonta a 1800 cuando empresarios catalanes llegaron a la zona para aprovechar este recurso natural. Fabrican 20 millones de tapones que sellan la calidad de vinos de prestigio como Rioja o Priorat, además de caldos franceses y alemanes, entre otros.
-¿Cómo surge Espadan Corks, S.L.?
– Somos una empresa familiar propietaria de los terrenos y la principal productora de la zona, además de una de las cinco o seis empresas del sector en España. Nuestra vinculación con el sector viene de antiguo, se remonta a mis bisabuelos, que trabajaban en una compañía corchera de Eslida de capital belga, que quebró a principios del siglo pasado. Eslida era entonces el epicentro de la industria corchera de la Comunitat Valenciana. La quiebra de la Compagnie Industrielle du Liege alumbró la Compañía Industrial del Corcho, que ya era española y llevaba sus tapones tanto al Puerto de Palamós como al Cabañal, en València, donde trabajaba mi abuelo. Esta nueva empresa tampoco tuvo el éxito esperado y se vio obligada a cerrar sus puertas y para indemnizar a sus trabajadores optó por darles en pago sus fincas de alcornocales e instalaciones en Eslida. Tras unos años trabajando allí nuestra familia vino a Soneja. Era 1982 y empezamos a trabajar para corcheras de Cataluña y de Francia.
Vendíamos sacas de 10.000 tapones de calidades mezcladas. Sin embargo, la falta de márgenes en la comercialización hizo que decidiéramos acometer nosotros todo el proceso, desde la extracción, manipulación y producción hasta la venta a las bodegas. Ello nos obligó a formarnos con los procesos y con las fases de distribución y comercialización, que son vitales en este negocio, para que no se quede nada por vender. Y así hemos llegado a la etapa actual con una cartera de clientes propia y con planes de expansión por Europa.
– ¿Cuál es el proceso de extracción, manipulación y transformación de la materia prima?
-Las armas de los sacadores en el monte son un hacha, una vara de olivo, tacos de almez y mucha destreza para despegar la corteza. Es un oficio que requiere experiencia y hay que tener cuidado para no dañar la capa madura y permitir que pueda seguir regenerándose para nuevas podas. El sacador tiene que comprobar la forma del árbol, las curvas, el grosor del corcho para pegarle más fuerte o más despacio sin dañarlo. Una vez retiradas del árbol, las remesas de corcho se trasladan por las pistas forestales a lomos de mulos hasta el camión que las lleva a la fábrica, lo que encarece el producto final.
La época de recogida comienza en junio y, si el año es bueno, puede prolongarse hasta septiembre u octubre. Es el transporte más sostenible y el único capaz de transitar por unas escarpadas laderas donde no existen caminos. Al acabar el proceso rociamos los troncos desnudos con una loción fungicida natural con extractos de tomillo, miel en rama o un fermentador de cereales que los protege de virus y bacterias hasta que su coraza vuelva a crecer.
Una vez que llega el corcho a la planta, se hierve en una caldera y se aísla en un proceso que se prolonga varios meses. Todo ello manteniendo un proceso artesanal, desde el corte al diseño pasando por el control sanitario del producto. En los últimos años hemos incorporado, en la fase final, tecnologías de última generación que permiten obtener un acabado perfecto de nuestros tapones.
– ¿La normativa protectora del monte y de los usos del parque natural afecta al modo de producción y extracción?
– Sí, porque condiciona todo el proceso de extracción de las cortezas. Además de las dificultades orográficas del entorno, muy empinado, que impide meter maquinaria como hacen en otras partes. Nosotros tenemos que hacer todo el proceso de extracción manual, a lomos de mulas que llevan las cortezas hasta una vía a la que accedemos con un pequeño camión. Esto ralentiza los procesos. Y es que el acceso al punto de saca es importante para ganar tiempo.
– ¿Cómo se regeneran los alcornoques tras extraerles las cortezas con las que producir el corcho?
– El proceso de regeneración de estos árboles es totalmente natural, por si mismos. Una vez que hacemos la pela del alcornocal de una finca debemos esperar 14 años hasta que vuelvan a tener el calibre adecuado para poder fabricar los tapones. En otras partes, las sacas de corteza las hacen cada nueve o diez años. Eso se debe a que aquí las condiciones climatológicas, con grandes temporadas de sequía retrasan el proceso.
Los alcornoques necesitan agua para generar savia y cuando esta fluye es el momento de cortar la corteza. Son árboles que tardan 50 años en poder dar el primer corcho, si bien tanto este como el de la saca siguiente no son lo suficientemente buenos para hacer corcho de calidad.
– Su empresa está ubicada en un parque natural protegido y al depender de una materia prima que proviene del monte son los más interesados en preservarlo y cuidarlo, ¿tiene eso en cuenta la Administración autonómica? ¿Reciben ayudas?
– Considero que debíamos tener más apoyo desde las administraciones públicas, pero llevamos unos años sin recibir ningún tipo de ayudas. Precisamente la falta de ayudas para el mantenimiento de los montes es otro de los obstáculos a los que nos enfrentamos. Y es que la calidad de los tapones depende de la que tenga el bosque y, si no nos llegan nuevas ayudas para el mantenimiento, a los pequeños productores que quedamos nos va a ser imposible asumir la totalidad del gasto de cuidado del entorno, producción y comercialización del producto.
En la Comunitat Valenciana desde 2009 no salían ayudas para tratamientos silvícolas. El año pasado se volvieron a convocar, pero no llegaban a la quinta parte de las que se otorgaron hace diez años y muchas quedaron desiertas.
– ¿Qué debería hacer la Administración para apoyar el sector?
– Es preciso que la Administración entienda que hay que acometer trabajos de conservación del monte y de que ha de apoyar a empresas como la nuestra que aportamos un valor al entorno rural, al tiempo que cuidamos del mantenimiento de la masa boscosa de este paraje.
Sería positivo que se implementasen medidas para evitar la competencia del matorral que absorbe el agua e impide que llegue al alcornocal, potenciar zonas de pasto también contribuiría a ello, porque los animales se comerían las hierbas y, además, contribuirían a potenciar el ecosistema, generando una mayor diversidad de la fauna. Nosotros tuvimos un proyecto con cabras que fue positivo, sin embargo, por temas de propiedad, ahora no tenemos ese ganado, pero no descartamos volver a poner en práctica esta idea.
– ¿Cuál es la superficie de monte que ocupan y el número de alcornoques que hay en la Sierra?
– En la Sierra de Espadán hay 11.000 hectáreas de alcornocal puro y mixto, de las que 5.000 hectáreas son de alcornoques y de ellas 3.000 las gestiona nuestra empresa. En la sierra, un 80 % del corcho está en finca familiares y el 20 % es de los vecinos.
La mayor parte de la superficie de alcornocales de la Comunitat Valenciana está aquí, en Espadán, y el resto en torno al Mediterráneo occidental, que concentra la mayor presencia de este tipo de árbol de piel rugosa y de gran resistencia al fuego.
– ¿Cuál es la producción anual de Espadan Corks?
– Nosotros generamos anualmente 20 millones de tapones, de nueve calidades, desde las mejores denominadas flor a las de menor calidad, y 27 clases distintas. Todos los corchos pasan por diversos procesos de supervisión y control para ofrecer un producto de calidad, apreciado por las bodegas, tanto nacionales como internacionales. Entre esos procesos está también el sensorial, olfativo, a petición de algunas bodegas.
– ¿Qué competidores tiene el corcho nacional?
– Nuestra principal competencia está en Portugal, de donde sale la mitad de la producción mundial de corcho, unas 200.000 toneladas anuales. Tras ellos vamos nosotros, los españoles, que generamos el 30 % y más atrás está Italia, que aporta el resto. Y es que la producción suberícola se encuentra concentrada, además de en Portugal, en los países del litoral mediterráneo, casos de Italia, Francia, Marruecos, Argelia y Túnez.
– ¿Qué empresas son las destinatarias de los tapones que se producen en Soneja?
– Nuestros tapones van parar a bodegas del Priorato, aunque nuestro principal cliente es La Rioja. Asimismo, exportamos nuestros productos. Tenemos clientes en Viena (Austria), en Alemania y en Francia, principalmente, en la zona de la Borgoña. Nuestro objetivo es ampliar la distribución de nuestros corchos en el mercado francés.
– ¿Por qué son tan apreciados los tapones que se producen aquí?
– La calidad está vinculada a la que tiene el bosque, a la cantidad de años que pasa el corcho en el alcornoque. Aquí, como indicaba antes, los alcornoques los cortamos cada catorce años, a diferencia de lo que se hace en otros países productores. La lentitud de crecimiento y la duplicidad de anillos extra que produce el árbol aportan una densidad excepcional al producto que sale de aquí. Nos da un corcho con mayor densidad, sus células tienen la pared más gruesa y cierran mejor. Van a aguantar mejor el paso del tiempo que el corcho que se extrae a los nueve o diez años. Otro aspecto a tener en cuenta es el suelo de esta sierra, que es de rodeno, una piedra con mucho hierro, algo necesario para que el árbol tenga una buena corteza.
Además, seguimos procesos de control de densidad y humedad en todos los tapones, hemos implantado la trazabilidad informatizada y, además, hemos tomado medidas para controlar los aromas negativos en los tapones, lo que supone una garantía para el vino.
Adolfo Miravet Segarra es la cuarta generación de empresarios de la industria corchera en el Alto Palancia. Heredó de su bisabuelo, León Miravet, el oficio y la pasión por el monte, algo que le llevó a formarse como ingeniero de Montes antes de embarcarse en la gestión de esta empresa familiar, Espadan Corks, cuyos orígenes hay que buscarlos en 1982 cuando León, su padre, llega a Soneja para trabajar en el sector en el que acabarían entrando como empresa en 1990. Ellos son herederos de la tradición corchera que se remonta a 1800 cuando empresarios catalanes llegaron a la zona para aprovechar este recurso natural. Fabrican 20 millones de tapones que sellan la calidad de vinos de prestigio como Rioja o Priorat, además de caldos franceses y alemanes, entre otros.
-¿Cómo surge Espadan Corks, S.L.?
– Somos una empresa familiar propietaria de los terrenos y la principal productora de la zona, además de una de las cinco o seis empresas del sector en España. Nuestra vinculación con el sector viene de antiguo, se remonta a mis bisabuelos, que trabajaban en una compañía corchera de Eslida de capital belga, que quebró a principios del siglo pasado. Eslida era entonces el epicentro de la industria corchera de la Comunitat Valenciana. La quiebra de la Compagnie Industrielle du Liege alumbró la Compañía Industrial del Corcho, que ya era española y llevaba sus tapones tanto al Puerto de Palamós como al Cabañal, en València, donde trabajaba mi abuelo. Esta nueva empresa tampoco tuvo el éxito esperado y se vio obligada a cerrar sus puertas y para indemnizar a sus trabajadores optó por darles en pago sus fincas de alcornocales e instalaciones en Eslida. Tras unos años trabajando allí nuestra familia vino a Soneja. Era 1982 y empezamos a trabajar para corcheras de Cataluña y de Francia.
Vendíamos sacas de 10.000 tapones de calidades mezcladas. Sin embargo, la falta de márgenes en la comercialización hizo que decidiéramos acometer nosotros todo el proceso, desde la extracción, manipulación y producción hasta la venta a las bodegas. Ello nos obligó a formarnos con los procesos y con las fases de distribución y comercialización, que son vitales en este negocio, para que no se quede nada por vender. Y así hemos llegado a la etapa actual con una cartera de clientes propia y con planes de expansión por Europa.
– ¿Cuál es el proceso de extracción, manipulación y transformación de la materia prima?
-Las armas de los sacadores en el monte son un hacha, una vara de olivo, tacos de almez y mucha destreza para despegar la corteza. Es un oficio que requiere experiencia y hay que tener cuidado para no dañar la capa madura y permitir que pueda seguir regenerándose para nuevas podas. El sacador tiene que comprobar la forma del árbol, las curvas, el grosor del corcho para pegarle más fuerte o más despacio sin dañarlo. Una vez retiradas del árbol, las remesas de corcho se trasladan por las pistas forestales a lomos de mulos hasta el camión que las lleva a la fábrica, lo que encarece el producto final.
La época de recogida comienza en junio y, si el año es bueno, puede prolongarse hasta septiembre u octubre. Es el transporte más sostenible y el único capaz de transitar por unas escarpadas laderas donde no existen caminos. Al acabar el proceso rociamos los troncos desnudos con una loción fungicida natural con extractos de tomillo, miel en rama o un fermentador de cereales que los protege de virus y bacterias hasta que su coraza vuelva a crecer.
Una vez que llega el corcho a la planta, se hierve en una caldera y se aísla en un proceso que se prolonga varios meses. Todo ello manteniendo un proceso artesanal, desde el corte al diseño pasando por el control sanitario del producto. En los últimos años hemos incorporado, en la fase final, tecnologías de última generación que permiten obtener un acabado perfecto de nuestros tapones.
– ¿La normativa protectora del monte y de los usos del parque natural afecta al modo de producción y extracción?
– Sí, porque condiciona todo el proceso de extracción de las cortezas. Además de las dificultades orográficas del entorno, muy empinado, que impide meter maquinaria como hacen en otras partes. Nosotros tenemos que hacer todo el proceso de extracción manual, a lomos de mulas que llevan las cortezas hasta una vía a la que accedemos con un pequeño camión. Esto ralentiza los procesos. Y es que el acceso al punto de saca es importante para ganar tiempo.
– ¿Cómo se regeneran los alcornoques tras extraerles las cortezas con las que producir el corcho?
– El proceso de regeneración de estos árboles es totalmente natural, por si mismos. Una vez que hacemos la pela del alcornocal de una finca debemos esperar 14 años hasta que vuelvan a tener el calibre adecuado para poder fabricar los tapones. En otras partes, las sacas de corteza las hacen cada nueve o diez años. Eso se debe a que aquí las condiciones climatológicas, con grandes temporadas de sequía retrasan el proceso.
Los alcornoques necesitan agua para generar savia y cuando esta fluye es el momento de cortar la corteza. Son árboles que tardan 50 años en poder dar el primer corcho, si bien tanto este como el de la saca siguiente no son lo suficientemente buenos para hacer corcho de calidad.
– Su empresa está ubicada en un parque natural protegido y al depender de una materia prima que proviene del monte son los más interesados en preservarlo y cuidarlo, ¿tiene eso en cuenta la Administración autonómica? ¿Reciben ayudas?
– Considero que debíamos tener más apoyo desde las administraciones públicas, pero llevamos unos años sin recibir ningún tipo de ayudas. Precisamente la falta de ayudas para el mantenimiento de los montes es otro de los obstáculos a los que nos enfrentamos. Y es que la calidad de los tapones depende de la que tenga el bosque y, si no nos llegan nuevas ayudas para el mantenimiento, a los pequeños productores que quedamos nos va a ser imposible asumir la totalidad del gasto de cuidado del entorno, producción y comercialización del producto.
En la Comunitat Valenciana desde 2009 no salían ayudas para tratamientos silvícolas. El año pasado se volvieron a convocar, pero no llegaban a la quinta parte de las que se otorgaron hace diez años y muchas quedaron desiertas.
– ¿Qué debería hacer la Administración para apoyar el sector?
– Es preciso que la Administración entienda que hay que acometer trabajos de conservación del monte y de que ha de apoyar a empresas como la nuestra que aportamos un valor al entorno rural, al tiempo que cuidamos del mantenimiento de la masa boscosa de este paraje.
Sería positivo que se implementasen medidas para evitar la competencia del matorral que absorbe el agua e impide que llegue al alcornocal, potenciar zonas de pasto también contribuiría a ello, porque los animales se comerían las hierbas y, además, contribuirían a potenciar el ecosistema, generando una mayor diversidad de la fauna. Nosotros tuvimos un proyecto con cabras que fue positivo, sin embargo, por temas de propiedad, ahora no tenemos ese ganado, pero no descartamos volver a poner en práctica esta idea.
– ¿Cuál es la superficie de monte que ocupan y el número de alcornoques que hay en la Sierra?
– En la Sierra de Espadán hay 11.000 hectáreas de alcornocal puro y mixto, de las que 5.000 hectáreas son de alcornoques y de ellas 3.000 las gestiona nuestra empresa. En la sierra, un 80 % del corcho está en finca familiares y el 20 % es de los vecinos.
La mayor parte de la superficie de alcornocales de la Comunitat Valenciana está aquí, en Espadán, y el resto en torno al Mediterráneo occidental, que concentra la mayor presencia de este tipo de árbol de piel rugosa y de gran resistencia al fuego.
– ¿Cuál es la producción anual de Espadan Corks?
– Nosotros generamos anualmente 20 millones de tapones, de nueve calidades, desde las mejores denominadas flor a las de menor calidad, y 27 clases distintas. Todos los corchos pasan por diversos procesos de supervisión y control para ofrecer un producto de calidad, apreciado por las bodegas, tanto nacionales como internacionales. Entre esos procesos está también el sensorial, olfativo, a petición de algunas bodegas.
– ¿Qué competidores tiene el corcho nacional?
– Nuestra principal competencia está en Portugal, de donde sale la mitad de la producción mundial de corcho, unas 200.000 toneladas anuales. Tras ellos vamos nosotros, los españoles, que generamos el 30 % y más atrás está Italia, que aporta el resto. Y es que la producción suberícola se encuentra concentrada, además de en Portugal, en los países del litoral mediterráneo, casos de Italia, Francia, Marruecos, Argelia y Túnez.
– ¿Qué empresas son las destinatarias de los tapones que se producen en Soneja?
– Nuestros tapones van parar a bodegas del Priorato, aunque nuestro principal cliente es La Rioja. Asimismo, exportamos nuestros productos. Tenemos clientes en Viena (Austria), en Alemania y en Francia, principalmente, en la zona de la Borgoña. Nuestro objetivo es ampliar la distribución de nuestros corchos en el mercado francés.
– ¿Por qué son tan apreciados los tapones que se producen aquí?
– La calidad está vinculada a la que tiene el bosque, a la cantidad de años que pasa el corcho en el alcornoque. Aquí, como indicaba antes, los alcornoques los cortamos cada catorce años, a diferencia de lo que se hace en otros países productores. La lentitud de crecimiento y la duplicidad de anillos extra que produce el árbol aportan una densidad excepcional al producto que sale de aquí. Nos da un corcho con mayor densidad, sus células tienen la pared más gruesa y cierran mejor. Van a aguantar mejor el paso del tiempo que el corcho que se extrae a los nueve o diez años. Otro aspecto a tener en cuenta es el suelo de esta sierra, que es de rodeno, una piedra con mucho hierro, algo necesario para que el árbol tenga una buena corteza.
Además, seguimos procesos de control de densidad y humedad en todos los tapones, hemos implantado la trazabilidad informatizada y, además, hemos tomado medidas para controlar los aromas negativos en los tapones, lo que supone una garantía para el vino.
– ¿Cuántos empleados tienen?
– Tenemos 29, doce de ellos los incorporamos en la temporada alta, entre junio y septiembre. Son todos de la comarca, con lo que contribuimos a dinamizar la economía.
Fuente: economia3.com